martes, 4 de junio de 2013

LA PRUEBA DE RUSKIN


“No hacía mucho  que un profesor de Universidad me había enviado una anécdota; me conmovió el relato que brevemente me había contado.  Ante mi petición,, el Profesor Gonzalo Herranz, jefe del Departamento de Bioética de la Universidad de Navarra, me conto por escrito y con detalle lo que le pedía, que llevaba por título La Prueba de Ruskin. Ahora te lo cuento.

                                                                        La Prueba de Ruskin

Ruskin pidió en una ocasión, a  las enfermeras que participaban en un curso sobre “Aspectos psicosociales de la vejez”, que describieran su estado de ánimo si tuvieran que atender casos como el siguiente:

Un paciente, que aparenta su edad cronológica, no se comunica verbalmente ni comprende la palabra hablada. Balbucea de modo incoherente durante horas, parece desorientada en cuanto a su persona, al espacio y al tiempo, aunque da la impresión de que reconoce su propio nombre. No se interesa ni coopera en su propio aseo. Hay que darle de comer alimentos blandos, pues no tiene dentadura. Presenta incontinencia de orina y heces, por lo que hay que bañarla y cambiarla a menudo. Babea continuamente y su ropa esta siempre manchada. No es capaz de andar. Su patrón de sueño es errático, se despierta frecuentemente por la noche y con sus gritos despierta a los demás. Aunque la mayor parte del tiempo parece tranquila y amable, varias veces al día, y sin causa aparente, se pone muy agitada y estalla en crisis de llanto inmotivado. Así son sus días y sus noches.

                                                                   La respuesta de las enfermeras

La respuesta de las encuestadas resulto ser, en general, negativa:

-“Cuidar un caso así sería devastador, un modo de dilapidar el tiempo de médicos y enfermeras. Casos como este deberían estar en los asilos: no hay nada que hacer con ellos”, decían unas.

-Las mas motivadas señalaban: “Un  caso así es una prueba muy dura para la paciencia y vocación de cualquiera. Desde luego, si todos los enfermos fueran como esta, la atención sanitaria de los ancianos sería para médicos y enfermeras santos, pero no para médicos y enfermeros comunes”.

La prueba termino cuando Ruskin hizo circular entre los participantes la foto de la paciente referida: una preciosa niña de seis meses de edad.

El Dr. Gonzalo Herranz, concluye: “La paciente anciana es, como ser humano, tan digna y amable como la niña. Y los enfermos que están consumiendo los últimos años de su existencia, incapacitados por la demencia o el dolor, merecen el mismo cuidado y atención que los que están iniciando sus vidas en la incapacidad de la primera infancia”.

Saca tus consecuencias. Como humanos que somos no vamos a matar a las gentes por muy mayores que sean o por muy enfermos que estén…”

Tomado del libro “No al drama de la eutanasia” escrita por Jesús Urteaga, p. 25 - 26

                                                                                              

                                                                                                       

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