jueves, 6 de agosto de 2015

LA SAGRADA ESCRITURA (n° 101 – 133 CEC)


CRISTO, PALABRA ÚNICA DE LA SAGRADA ESCRITURA

Dios para poder manifestarse a los hombres y que los hombres le entiendan, usa palabras humanas. “A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él dice en plenitud”[1]en estas palabras el catecismo intenta decir  que en la lectura de la Sagrada Escritura, incluso en una lectura del Antiguo Testamento, todo hace referencia a Cristo.

Es por ello que en el numeral 103 el catecismo indica que, la Iglesia ha venerado siempre las Escrituras como venera el Cuerpo del Señor, en este numeral nos indica que se debe un especial respeto a la lectura de la Palabra de Dios, no es adoración ya que la adoración se le debe dar sólo a Dios, pero sin embrago nos indica que es tan importante la liturgia de la Palabra como lo es la liturgia Eucarística, ya que es el mismo Dios quien nos habla mediante las lecturas. Es una comparación en cuanto que en la Sagrada Escritura es Dios mismo quien nos habla así como en la Eucaristía es el mismo Cristo quien está presente.

La Sagrada Escritura es alimento y fuerza para la Iglesia, porque en ella recibe la Palabra de Dios, Dios sale al encuentro del hombre para hablar con sus hijos mediante un lenguaje humano[2].

INSPIRACIÓN Y VERDAD DE LA SAGRADA ESCRITURA

Dios es el autor de la Sagrada Escritura, Dios ha inspirado a los hombres llamados hagiógrafos a poner por escrito la verdad querida por Dios. Un ejemplo popular que suele usarse es como un maestro hace un dictado a su alumno, el alumno pone por escrito las verdades dictadas por el maestro. Así pues, los hombres son instrumentos de Dios para plasmar sus verdades reveladas. Por ello la Sagrada Escritura enseña sin error y fielmente la verdad que Dios mismo hizo dar en los libros sagrados para nuestra salvación.

De todo lo mencionado cabe aclarar que la fe cristiana no es una “religión del libro”, esto quiere decir que nosotros los católicos no creemos en un escrito de letra muerta, que no nos enseña nada para nuestra vida; sino que creemos en el Verbo encarnado y vivo y que mediante la Escritura lo podemos llegar a conocer y amar.[3]

EL ESPÍRITU SANTO, INTÉRPRETE DE LA ESCRITURA

Dios habla al hombre en la Sagrada Escritura a la manera de los hombres, por tanto es necesario prestar atención a lo que Dios y los autores verdaderamente quisieron decir mediante sus palabras; para ello es necesario que cuando nosotros acudamos a leer la Escritura tenemos que tener en cuenta los géneros literarios de la época, la manera de hablar y de expresar las ideas en aquel tiempo.[4]
Sin embargo, tenemos otro principio para la recta interpretación y sin la cual la Escritura sería letra muerta: “La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita”. El Concilio vaticano II muestra tres criterios para una recta interpretación de la escritura:

1.-  Prestar gran atención “al contenido y a la unidad de toda la Escritura”, existen diferencias entre los libros que la componen; sin embargo, todos los libros forman una gran unidad y no se puede entender sin saber la totalidad. Se sabe también que el centro y corazón de la Escritura es Cristo.

2.- Leer la escritura en la Tradición viva de toda la Iglesia,  la santa madre Iglesia es la que contiene en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, por lo que el Espíritu Santo es el que ilumina para dar una correcta interpretación de las mismas.

3.- Estar atento a la analogía de la fe, hay una cohesión de las verdades de fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.[5]

El sentido de la Escritura

Según la antigua tradición de la Iglesia podemos ver dos sentidos de la Escritura:

1.- Sentido literal, es el sentido significado por las palabras de la Escritura, todos los sentidos se fundan en este sentido.

2.- Sentido espiritual:

   2.1.- Sentido alegórico, podemos ver mediante este sentido una mejor comprensión de los acontecimientos reconociendo en todas las circunstancias a Cristo.

   2.2.- Sentido moral, se trata de acontecimientos escritos para obrar justamente, son instrucciones para nuestra salvación.

   2.3.- Sentido anagógico, en este sentido se ven realidades eternas, es decir, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste.[6]

EL CANON DE LAS ESCRITURAS

La lista integral de los Libros Santos es llamada “Canon” de las escrituras, y comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos y para el Nuevo Testamento 27 escritos.

El Antiguo Testamento

Es una parte de la Escritura de la que no se puede prescindir, son libros inspirados y tienen un valor permanente, ya que la Antigua Alianza no ha sido revocada. El fin de estos escritos era preparar la venida de Cristo; es por ello que los cristianos debemos venerar el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios.[7]

El Nuevo Testamento

Estos escritos nos muestran la verdad definitiva de la Revelación divina, es por ello que el centro es Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, sus obras, enseñanzas, pasión y glorificación. Por ello el centro y corazón de las escrituras son los Evangelios, ya que son testimonio de la vida y doctrina de nuestro Salvador.

En esta formación de los Evangelios se pueden distinguir tres etapas: la vida y enseñanza de Jesús, la tradición oral (realizada por los apóstoles), los evangelios escritos.[8]

La unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento

La lectura de la Escritura debe ser siempre a la luz de los Evangelios, es decir, a la luz de Cristo muerto y resucitado. Ya que podemos decir que el Nuevo Testamento se encuentra escondido en el Antiguo Testamento; mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo.[9]

LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA

“La Iglesia recomienda insistentemente a todos los fieles la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo, pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”.[10]



[1] CEC n° 102
[2] Cf. CEC n° 104
[3] Cf. CEC n° 105 - 108
[4] Cf. CEC n° 109 - 110
[5] Cf. CEC n° 111 - 114
[6] Cf. CEC n° 115 - 119
[7] Cf CEC n° 120 - 123
[8] CF. CEC n° 124 - 127
[9] Cf. CEC n° 128 - 130
[10]  CEC n° 133

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